Un océano de magma fundido en una luna de Júpiter.

Solo dos cuerpos del Sistema Solar, que se sepa, tienen actividad volcánica con erupciones magmáticas: uno es la Tierra, el otro es Io, una de las cuatro lunas de Júpiter descubiertas por Galileo Galilei. 
Io, de tamaño ligeramente superior a nuestra luna, tiene unos 400 volcanes activos y se produce allí cada año cien veces más magma que en todos los terrestres. Explicar el vulcanismo activo de ese satélite ha sido un reto desde que se descubrió en 1979 y ahora, gracias a la revisión de los datos obtenidos por otra misión de la NASA (la Galileo), unos científicos afirman tener pruebas que corroboran la mejor teoría de las propuestas: en el interior de Io, bajo la corteza fría, hay un océano de magma fundido, al menos en parte.
Los científicos explican en el último número de la revista Science cómo lo han logrado analizando de nuevo los datos tomados por el magnetómetro que llevaba a bordo la Galileo en cuatro sobrevuelos de Io, pero sobre todo en dos: octubre de 1999 y febrero de 2000.
La revisión de los datos de la Galileo años después de concluir la misión se dieron por el descubrimiento de las propiedades de unas rocas llamadas ultramáficas, capaces de transportar corriente eléctrica cuando están fundidas (son rocas que se forman al enfriarse el magma). Decidieron comprobar si los extraños registros del magnetómetro del aparato responderían al flujo de corriente eléctrica en una capa de rocas de este tipo fundidas o parcialmente fundidas en el interior de Io. Y así fue, los análisis muestran que pueden ser rocas parecidas a unas ricas en silicatos, hierro y magnesio que se encuentran, por ejemplo, en Noruega.

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